miércoles, 1 de mayo de 2013

Honrar al Papa

Fuente: San Pedro Julián Eymard (Obras Eucarísticas, IIIa parte, 3ª s. sobre la devoción al Papa)

“A Pedro solamente dijo el Salvador: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del  infierno no prevalecerán contra ella. Todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que que desatares sobre la tierra será desatado en los cielos. (Mat XVI, 18-19). (…) El Papa tiene el depósito de la fe, cuya custodia y sanción infalible le han sido confiadas. El Papa es Jesucristo enseñando, es Jesucristo santificando, es Jesucristo gobernando a su Iglesia.
 

Sin Papa no hay, por lo tanto, Iglesia, sin el Papa no hay más que cisma y esterilidad; contra el Papa no hay sino herejía y escándalo, que es crimen seguido de todas las venganzas divinas, de todas las desgracias reservadas a los sacrilegios.(…)
 
De manera que para saber dónde está la Iglesia de Jesucristo me basta saber dónde está el Papa, corazón del catolicismo, centro de unión entre el Cielo y la tierra, entre Jesucristo y el hombre, principio de vida católica sin el cual el árbol evangélico queda sin sabia y las obras sin vida. (…)
 
El Papa es a la Iglesia lo que el sol en el mundo: Lux mundi, lo que el alma para el cuerpo. De él reciben los obispos y los sacerdotes la doctrina y la dirección para a su vez comunicarlas al pueblo cristiano.
 
Pero  ¿cómo sabré que un obispo y un sacerdote son de veras representantes del Pontífice  supremo y depositarios de la autoridad católica? Pues haciéndoles estas sencillas preguntas: ¿Viene V.E. en nombre del Papa? ¿está unido con el Papa? ¿Trabaja V.E. con el Papa? Si es así le obedeceré gustoso.” 
  
“Pero bien puede un falso pastor decir que es legítimo, ¿Cómo podré conocer la verdad de su misión? Ah  ¿Cómo conoce un niño a su madre entre tantas madres? ¿Cómo la distingue entre tinieblas y confusiones? Un niño reconoce a su madre en la voz, en el corazón. El falso pastor no tiene la voz de la Iglesia, ni su caridad y santidad. Se predica a sí mismo, trabaja para sí y de ordinario es orgulloso e impuro. Éstas son las señales con que se puede conocer siempre a un intruso, a un cismático revoltoso. Es el lobo entre las ovejas, de quien hay que huir. (..)
 
Hay que honrar al Papa como vicario visible de Jesucristo. Es doctor de doctores, padre de padres, maestro de maestros  (…) Suprema honra y supremo respeto, por lo tanto, al soberano Pontífice, que es Jesucristo cumpliendo su divino oficio en la tierra.


Amémoslo  ¿Quién no amará al Papa, Padre común de los fieles a quien Jesucristo dio un corazón tan grande como el mundo y mayor que todas nuestras necesidades?”