Fuente: San Pedro Julián Eymard (Obras Eucarísticas, IIIa parte, 3ª s. sobre la devoción al Papa)
“A Pedro solamente dijo el Salvador: Tú eres
Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Todo lo
que atares en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que que desatares
sobre la tierra será desatado en los cielos. (Mat XVI, 18-19). (…) El Papa
tiene el depósito de la fe, cuya custodia y sanción infalible le han sido
confiadas. El Papa es Jesucristo enseñando, es Jesucristo santificando, es
Jesucristo gobernando a su Iglesia.
Sin Papa no hay, por lo
tanto, Iglesia, sin el Papa no hay más que cisma y esterilidad; contra el Papa
no hay sino herejía y escándalo, que es crimen seguido de todas las venganzas
divinas, de todas las desgracias reservadas a los sacrilegios.(…)
De manera que para saber
dónde está la Iglesia de Jesucristo me basta saber dónde está el Papa, corazón
del catolicismo, centro de unión entre el Cielo y la tierra, entre Jesucristo y
el hombre, principio de vida católica sin el cual el árbol evangélico queda sin
sabia y las obras sin vida. (…)
El Papa es a la Iglesia
lo que el sol en el mundo: Lux mundi, lo que el alma para el cuerpo. De él
reciben los obispos y los sacerdotes la doctrina y la dirección para a su vez
comunicarlas al pueblo cristiano.
Pero ¿cómo sabré que un obispo y un sacerdote son
de veras representantes del Pontífice
supremo y depositarios de la autoridad católica? Pues haciéndoles estas
sencillas preguntas: ¿Viene V.E. en nombre del Papa? ¿está unido con el Papa?
¿Trabaja V.E. con el Papa? Si es así le obedeceré gustoso.”
“Pero bien puede un
falso pastor decir que es legítimo, ¿Cómo podré conocer la verdad de su misión?
Ah ¿Cómo conoce un niño a su madre entre
tantas madres? ¿Cómo la distingue entre tinieblas y confusiones? Un niño
reconoce a su madre en la voz, en el corazón. El falso pastor no tiene la voz
de la Iglesia, ni su caridad y santidad. Se predica a sí mismo, trabaja para sí
y de ordinario es orgulloso e impuro. Éstas son las señales con que se puede
conocer siempre a un intruso, a un cismático revoltoso. Es el lobo entre las
ovejas, de quien hay que huir. (..)
Hay que honrar al Papa
como vicario visible de Jesucristo. Es doctor de doctores, padre de padres,
maestro de maestros (…) Suprema honra y supremo
respeto, por lo tanto, al soberano Pontífice, que es Jesucristo cumpliendo su
divino oficio en la tierra.
Amémoslo ¿Quién no amará al Papa, Padre común de los
fieles a quien Jesucristo dio un corazón tan grande como el mundo y mayor que
todas nuestras necesidades?”