Un lector me envío
un bonito y original cuento que, aunque no dice el nombre del autor, tiene una valiosa
moraleja. A continuación lo transcribo con leves variaciones.
Hace ya mucho
tiempo, muchos miles de años, que las líneas lograron organizarse y formar
letras. Al principio fue muy difícil para ellas. Se requirió que renunciaran a
su individualidad, para depender unas de otras. Lo aceptaron y terminaron por alegrarse
gracias a la posibilidad nueva que adquirieron.
Originalmente surgió
la A, luego la E y la I, y las otras dos vocales; y unas a otras se oyeron con
placer; aunque, a decir verdad, con cierta envidia, al compararse unas con
otras. Así también brotó la B, la C y la D, y con ellas sus hermanas consonantes,
hasta alcanzar la Z. Se sentían un poco inferiores, porque su sonido no era
como el de las vocales; pero al fin aprendieron a depender de éstas, y así
también empezaron a sonar.
Hubo una hermanita
muda, con frecuencia olvidada, la “h”, que no era ni vocal ni consonante; y
llegó también la Y, extranjera hasta en su nombre, y orgullosa de llenar las
dos funciones.
Total: El
abecedario estaba listo, e incluía rarezas como la X, de múltiples sonidos; la
extraña K, que apenas si se usa; la W, extranjera también; la Ñ, de dos trazos;
la CH y la LL, que siempre ocupan doble espacio, y la R, con dos sonidos y dos
looks: R y RR.
Nada tenían que
hacer aquellas letras, y parecían felices en su ocio: Pero no por siempre… Dos
de ellas discurrieron unirse, y llamaron a sus dos gemelas y, así, por primera vez
se pudo leer MAMÁ.
A unas no les
pareció bien perder su independencia, al tener que aceptarse y adaptarse unas a
otras. Pero se convencieron que valía la pena, para llegar a ser algo más que un
sonido: un concepto.
Aprendieron, pues,
a tolerarse, y así hubo PAPÁ, AGUA, PAN y luego hubo también VINO; con lo que
se inició el Reino de la Palabra y la Alegría.
Aun la H misma, la
muda, fue aceptada; pues sin ella no podía escribirse HIJO, ni HERMANO. Y
habiendo PAPÁ, MAMÁ, HIJOS y HERMANOS, empezó el Reino del Amor.
Muy difícil fue el
proceso de la U, que por sí misma ya sonaba sola. Andaba en la NUBE y en la
LUNA, y se le invitó a una renuncia nueva: volverse muda con tal de que pudiera
haber JUGUETES y GUITARRAS, para goce de niños y de enamorados. Además, se le
pidió que aceptara dos puntitos cursis para que llegara la CIGÜEÑA... Y todavía hay quien le reprocha que por ella
llegaran la GUERRA y la VERGÜENZA.
Con el tiempo, las
letras aceptaron incluso un código ortográfico, que aunque las limitaba les
daba belleza y orden.
Cayeron en manos de
seres superiores, que usaron de ellas en sus libros, y aun se esmeraron para
embellecerlas y adornarlas. Así quedaron a veces sublimadas y otras no tanto:
integraron la Biblia y el Quijote, Edipo Rey, varias Constituciones y en la
Prensa diaria de todos los países.
Por ser útiles,
murieron a sí mismas. Y hoy atraviesan el mundo haciendo posible la aldea
global. ¡Benditas letras, que supieron aprender a tolerarse y a convivir unas
con otras! Sólo así se volvieron inmortales.
¿Podremos algún día
los seres humanos llegar a renunciar a nosotros mismos para amar a los demás?