miércoles, 8 de enero de 2014

La Barca sin Pescador

Nota original: Manuel Bru para Aleteia

En la obra de Alejandro Casona “La barca sin pescador”, de 1945, nuestro prolijo escritor teatral hizo una de las criticas sociales más inteligentes que se hicieron en España cuando el franquismo todavía no había optado por el más agresivo liberalismo económico.

En una de sus escenas, un pescador gallego llamado Marko le pregunta a Ricardo, el protagonista: “¿De qué se ocupaba allá en su tierra?”, a lo que éste le contestó que jugaba a la Bolsa. Sorprendido el pescador, y tras una pausa, le preguntó: ¿Y después de jugar en qué trabajaba? Frunciendo el ceño el empresario le contestó: “la Bolsa no es un juego. Es un mercado”. “¿Un mercado?”, le preguntó el pescador. Si, le contesta Ricardo: “pero no como los de acá. Ustedes compran y venden las cosas. Nosotros, los nombres de las cosas”.

“No lo entiendo. ¿Cómo se puede comprar y vender trigo, sin trigo?”, le espetó el pescador. “Muy sencillo”, le contestó Ricardo, mientras tomaba cuatro vasos de la alacena y los iba disponiendo en fila sobre la mesa: “por ejemplo: usted acaba de sembrar un trigo que no recogerá hasta la cosecha del año que viene. Pero como hasta entonces necesita vivir, yo le abro un crédito de cien coronas a cuenta de ese trigo. (Pone el primer vaso.) Aquí está la carta de crédito. ¿Entendido? Ahora bien, si al llegar el verano la cosecha se ha perdido, no importa; usted puede pagarme lo mismo con cien monedas de plata. ¿No es así?”.

“Así es”, le contesta Marko, el pescador. Entonces, Ricardo, el jugador en bolsa, coloca el segundo vaso y continua: “Aquí están las cien monedas por el valor del trigo. Pero como la plata anda escasa, el Banco la retira y pone en su lugar un papelito que dice: Vale cien coronas (mientras pone el tercer vaso). Aquí está el billete. Si a la hora de pagar usted no tiene a mano el papel, tampoco importa: me firma un pagaré por el valor del billete. (Coloca el cuarto vaso.) Aquí está el pagaré. Y ahí empieza el milagro. Cien coronas del crédito, cien de la plata, cien del billete y cien del pagaré; total, cuatrocientas coronas en el mercado y ni un solo grano de trigo verdadero. ¿Ha comprendido ahora?”.

Entonces, Marko contesta: “Ahora sí. Hace dos años pasó por aquí otro señor que hacía lo mismo; pero aquel lo hacía con un sombrero de copa y salían palomas”, y una abuela que les seguía la conversación, dio la puntilla: “Yo no sé cómo serán las cosas allá por el sur. Pero aquí, el poco trigo que hay, siempre es de verdad. Y el hambre también”.

Bien sabía Alejandro Casona que especular con el valor nominal, y no real, de las cosas es, como decía mi abuelo, “pan para hoy y hambre para mañana”. Pero es que en esto se basa nuestra maltrecha economía de mercado.