viernes, 1 de diciembre de 2006

Los chakras

Uno de los aspectos más peligrosos de las disciplinas vinculadas a la New Age es la de los llamados «chakras», que en realidad constituyen un verdadero circuito de prácticas paramédicas de fortísimo contenido ocultista. Para comprender en detalle este tema, trataremos en este artículo de analizar el tema desde sus orígenes y con la más absoluta de las sinceridades.

Quizás sea oportuno iniciar este ensayo sobre la raíz filosófica y cultural de los chakras, que es el yoga (del sánscrito «yug», unión). El yoga consiste en una práctica vinculada con la religión hindú, según la cual existe una energía impersonal poderosa, envolvente de toda la realidad, que fluye en todo lo existente, manifestándose incluso en distintas divinidades. Una de ellas es la conocida imagen de Shiva, ícono de la cultura de la India.




Este principio filosófico, según el cual todo lo existente forma parte de una misma sustancia, se conoce como «monismo», cuya máxima expresión es el panteísmo, que sostiene que todos los seres animados e inanimados conforman la divinidad («todo es Dios y Dios es todo»). Ya existían elementos monistas en los tiempos del gnosticismo (siglos I y II de la Era Cristiana), claros frutos de intentos de sincretismo con cultos primitivos.

El panteísmo y el monismo se encuentran en contradicción abierta con el cristianismo, ya que no consideran la existencia de un Dios Personal, Perfecto y Creador. Por otro lado, no debe olvidarse que un elemento clave de las creencias y filosofías del hinduismo es la reencarnación, férreamente contraria a lo expresado en la Biblia y sobre la que hemos hecho referencia en un artículo previo de esta misma sección.

Precisamente, una de las formas de «liberación del espíritu» atrapado en la realidad material física se lograría mediante la práctica del yoga, por medio de la meditación, las posturas corporales y la «alteración del estado de conciencia». Existen para ello distintas escuelas dentro del yoga, de las cuales detallaremos fundamentalmente al Hatha Yoga (la más popular en Occidente) y el Kundalini Yoga.






El Hatha Yoga es acaso la forma más difundida de esta disciplina, en la cual los distintos ejercicios físicos y las posturas permiten preparar el cuerpo y la mente para lograr finalmente un estado alterado de conciencia. En particular, los ejercicios respiratorios se usan para controlar la citada energía impersonal que, según el hinduismo, fluye a través de todo lo existente.

Es interesante notar los fuertes paralelos entre este concepto y la prácticas del rei ki o del feng shui, donde se elimina la idea de un Dios personal. Lo cierto es que, de acuerdo con el yoga, los estados alterados de conciencia permiten el control de la «energía», la cual se manifiesta en los llamados chakras.

Es prioritario para quienes nos llamamos católicos remarcar que NO es posible desvincular la práctica de los ejercicios del yoga del paganismo abierto que lo rodea, y que no es posible comparar la oración cristiana (en la cual nos centramos en Nuestro Señor Jesucristo) con los mantras, las experiencias extrasensoriales o la abolición del pensamiento de «poner la mente en blanco», las cuales no son más que puertas abiertas para que el enemigo ingrese sin tapujos.

No en vano, la práctica de los chakras y el Kundalini Yoga se basan en «despertar a la serpiente». Quizás nos baste con recordar la última experiencia de la Humanidad a la hora de dialogar con la Serpiente...

Como hemos mencionado, distintas filosofías orientales interpretan la presencia de una energía impersonal que fluiría a través de lo existente, carente de absolutos, ética o moral, ya que la misma sería buena o mala en función del uso que se le brinda. De acuerdo a esta concepción de la realidad, a lo largo del cuerpo humano existiría una red de «canales» preparados para el pasaje de la citada energía. En aquellos lugares supuestos en los cuales estos canales se cruzarían, se generarían «puntos de acumulación» de energía psicofísica, denominados chakras por sus cultores. Como pueden imaginarse, los citados chakras están mapeados y se han descripto varios decenas de miles... pero siete, y tan sólo siete, son los declamados como de suprema importancia para la explotación de la energía que por ellos fluiría.


Como corresponde a otros paganismos (incluyendo al zodíaco, a numerosas prácticas de hechicería y -¿llamativamente?- al nazismo esotérico), cada uno de los mencionados 7 chakras principales tiene un correspondiente color, sonido, función psíquica, gema, simbología, órgano interno representativo, enfermedad asociada e incluso alimentos vinculados. Estos puntos se localizarían en forma ascendente desde la base de la columna al centro de la frente y, siempre de acuerdo a las enseñanzas tántricas, se encuentran unidos por un «conducto» llamado Susumma. En el inicio de ese conducto a nivel del sacro se encuentra, enrollada sobre sí misma, una serpiente dormida, cuya cabeza bloquea en primera instancia la entrada a Susumma: es la llamada Kundalini, la cual debe ser despertada para permitir que la energía impersonal fluya a lo largo de la Susumma hasta llegar al último de los 7 chakras, momento en el cual el practicante se unirá con Shiva.






Lo que acaban de leer, si bien se asemeja a un relato épico o una novela de Edgar Allan Poe, es uno de los principales elementos de las mal llamadas medicinas alternativas y una de las piedras angulares del movimiento de la Nueva Era.

Despertar a la Serpiente Interior, mediante las técnicas de respiración y los ejercicios del yoga, lleva a una progresiva alteración de los estados de conciencia. De más está decir que la práctica del Kundalini Yoga no deja de ser una elaborada forma de ocultismo, con la presunción de la existencia en su interior de un «monstruo energético» agazapado a la espera de ser despertado.


Es prudente reflexionar y aclarar que:

- NO EXISTE práctica de yoga sin aplicación conjunta de su filosofía

- uno de los primeros métodos que los practicantes utilizan para «despertar a Kundalini» son las asanas (posturas)

- el objetivo fundamental de toda la práctica del yoga es el de escapar del «mundo irreal físico» en el que vivimos (el maya) para llegar al moksha, estado en el cual se escaparía del ciclo de reencarnaciones a la cual los seres vivientes se verían sometidos.

Sobra todo comentario para aclarar la más absoluta incompatibilidad entre el yoga y el catolicismo, entre estas prácticas y la medicina científica, y la alarmante semejanza entre distintos ritos paganos demonólatras y el Kundalini Yoga.

No es redundante que destaquemos una característica común a todos los paganismos: el supuesto vínculo entre algunos elementos esotéricos con datos y percepciones del mundo concreto y real. Así, el zodiaco describe una correlación entre cada signo astrológico con gemas o colores, por ejemplo. Su hija dilecta, la «ciencia» de las flores de Bach, conserva la misma asociación entre signos zodiacales y le adiciona aromas, entre otras cosas. Ocurre lo propio con el extenso festival de patrañas semejantes (entre los cuales se encuentran los hipotéticos poderes de las gemas, uno de los aspectos más destacables del nazismo esotérico).

De acuerdo a las prácticas del Kundalini Yoga, al despertar a la «serpiente interior», se activarían los centros energéticos llamados chakras, los cuales «vibran» a distintas frecuencias, las que permitirían a sus cultores acceder a cierto poder para satisfacer determinados deseos.

Así, a medida que el practicante accede a «instancias superiores de energía», se encontraría en condiciones de vigorizarse interiormente y viviría entonces una vida más «plena y significativa». En palabras del yogui Bhajan, «hombres de gran sabiduría estudiaron sobre los chakras, como funcionan sus pétalos, sus sonidos, su infinidad, su correlación, su poder. Se dieron cuenta de que la vida de un ser humano está basada totalmente en estos chakras. Desarrollaron una ciencia completa: esta ciencia dio a luz la Kundalini Yoga. Así nació la Kundalini Yoga


En efecto, cada uno de los mencionados chakras se vincula con sonidos, colores, gemas... como ocurre con infinidad de otras prácticas paganas (cualquier semejanza con otros ocultismos no es pura coincidencia). Como ya se ha citado, son 7 estos presuntos centros energéticos diseminados desde la base de la columna (la región sacra) hasta el mismo sistema nervioso central. Estos chakras, que se activarían de "abajo" hacia "arriba", se denominan en relación con la topografía y el color asociado:

- Chakra "raíz" (genitales): vinculado con la sexualidad y el rojo o naranja

- Chakra "umbilical" (bazo): vinculado con el temor y el rojo, azul o verde

- Chakra "del plexo solar" (hígado): relacionado con las emociones y los mismos colores


Chakra "del corazón" (timo): asociado con la compasión y el color azul

Chakra "de la garganta" (tiroides): en relación con la creatividad y el plateado

Chakra "de la frente" (hipófisis): vinculado con el "tercer ojo" y el violeta

Chakra "de la corona" (glándula pineal): la "iluminacióN" y la luz blanca


Existen variantes según la literatura consultada, en relación a los colores y las denominaciones de los chakras, fenómeno de dispersión frecuente de observar también en otras disciplinas ocultistas. En lo que encontramos franca coincidencia es en el presunto aumento de experiencia psíquica a medida que el practicante «abre» chakras cada vez más elevados (J. Benkovic cita incluso en su «New Age Counterfeit» que al acceder al último chakra el yogi tiene el “poder de realizar milagros”).

El proceso de “salvación a través de la Serpiente”, el “poder de realizar milagros”... ¿no recuerda mucho a aquel engaño de “se les abrirán los ojos y serán como dioses...” del Génesis? De hecho, el sexto chakra, «el tercer ojo», es citado en algunas fuentes como «el ojo divino» que permitiría ver imágenes del pasado y del futuro (nuevamente «ser como dioses»...)

Las similitudes con otras formas de ocultismo (y hasta con ciertas alícuotas de satanismo) deberían hacer pensar muy seriamente a quienes nos consideramos cristianos, que estas prácticas no son más que un paganismo sistematizado y peligroso. Oremos para que, entre tamaña confusión, jamás perdamos el sentido del estrecho camino que lleva al Padre.

«Porque esos tales son unos falsos apóstoles, unos trabajadores engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y nada tiene de extraño: que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Por tanto, no es mucho que sus ministros se disfracen también de ministros de justicia. Pero su fin será conforme a sus obras» (2 Cor, 13–15)
Publicado en 3 partes en formato 1.0 entre diciembre de 2006 y febrero de 2007