El miércoles 9 de noviembre, Benedicto XVI ha dirigido a los fieles y peregrinos venidos a la Audiencia, de Italia y de todo el mundo, una catequesis, comentando el salmo 119, que forma parte del ciclo que está dedicando a la oración.
Tras explicar la técnica poética del salmista, Benedicto XVI ha enseñado que el tema central del salmo es “un imponente y solemne canto sobre la Torah del Señor, es decir sobre la Ley, término que, en su acepción más amplia y completa, hay que entender como enseñanza, instrucción, directiva de vida”.
“Porque la Ley divina –ha dicho el papa- no es un yugo pesado de esclavitud, sino don de gracia que nos hace libres y que nos lleva a la felicidad”. De la fidelidad a la ley a la Palabra del salmista, Benedicto XVI ha pasado a comentar la actitud de la madre del Señor: “que 'custodiaba, meditándolas en su corazón' las palabras que le habían sido dirigidas y los sucesos maravillosos en los que Dios se revelaba, pidiendo su sí”.
“Es Ella, de hecho, la verdadera 'beata', proclamada como tal por Isabel por 'haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor'”, y “es de Ella y de su fe de quien el mismo Jesús da testimonio cuando, a la mujer que gritaba 'Bendito el seno que te ha llevado', responde: 'Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican'”.
“La ley divina, objeto del amor apasionado del salmista y de todo creyente, es fuente de vida –añadió Benedicto XVI--. El deseo de comprenderla, de observarla, de orientar hacia ella todo el propio ser es la característica del hombre justo y fiel al Señor, que la 'medita día y noche'”.
El papa se detuvo en el versículo 57: “El Señor es mi herencia:yo he decidido cumplir tus palabras”. Y a este propósito recordó dos textos del Pentateuco que utilizan el término herencia: “Y el Señor dijo a Aarón: 'Tú no recibirás una herencia en el territorio de los israelitas ni tendrás una parte entre ellos: yo soy tu parte y tu herencia'”, Libro de los Números (18,20), y el Deuteronomio afirma: “Por eso Leví no tiene parte ni herencia entre sus hermanos: el Señor es su herencia, como él mismo se lo ha declarado(Dt 10,9; cfr. Dt 18,2; Gs 13,33; Ez 44,28)”.
Es decir –explicó el papa- los levitas, mediadores de lo sagrado y de la bendición divina, no pueden poseer, como otros israelitas, este signo exterior de la bendición y esta fuente de subsistencia”. Estos versos, subrayó Benedicto XVI, “son de gran importancia para todos nosotros también hoy. Antes que nada para los sacerdotes, llamados a vivir sólo del Señor y de su Palabra, sin otras seguridades, teniéndolo a Él como único bien y única fuente de verdadera vida. Desde esta perspectiva se entiende la libre elección del celibato por el Reino de los cielos, a redescubrir en su belleza y en su fuerza”.
Y estos versículos son importantes, también, “para todos los fieles, pueblo de Dios perteneciente a Él sólo, 'reino de sacerdotes' para el Señor, llamados a la radicalidad del Evangelio, testigos de la vida llevada por Cristo nuevo y definitivo 'Sumo sacerdote' que se ha ofrecido en sacrificio para la salvación del mundo”. “El Señor y su Palabra: estos son nuestra “tierra”, en la que vivir en la comunión y en la alegría”.
“Dejemos, por tanto que el Señor nos introduzca en el corazón este amor por su Palabra y nos dé el tener siempre en el centro de nuestra existencia a Él y a su santa voluntad”, exhortó.
“Y que María, que ha acogido y generado la Palabra, sea guía y consuelo, estrella polar que indica el camino de la felicidad”, concluyó el papa.
Noticia original: Zenit