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El 29 de junio de 2012, un comunicado del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IGBE) suscitó un amplio eco en la prensa
brasileña e internacional. Según el censo de 2010, el porcentaje de
católicos sobre los 190 millones de brasileños es hoy del 64.6% (123
millones). En el primer censo brasileño de 1872, los católicos eran
99.7%; en 1972, el 91.8%; en 2000, el 73.6% y en 2010, el 64.6%. Brasil
corre el riesgo de dejar, dentro de no muchos años, la palma de "primer
país católico del mundo" a México, que tiene 112 millones de habitantes,
el 88% de los cuales, en el censo de 2010, se declararon católicos.
Los católicos que dejan la Iglesia siguen a las Iglesias históricas
protestantes o a las varias denominaciones evangélicas, que en 1980 eran
el 6.6% de los brasileños, en 1991 el 9.0%, en 2000 el 15.4% y en 2010
el 22.2%, con un total de 42.6 millones de creyentes. En el mundo
"evangélico" brasileño las denominaciones "pentecostales" atraen a la
mayoría de los fieles, cerca de 25 millones, y están en fuerte ascenso.
Aumenta también el número de los ateos, agnósticos y personas sin una
religión definida, pasado del 4.7% al 8%, con un total de cerca de 15
millones de personas. Entre estos, la gran mayoría se declara sin una
religión específica, mientras que los ateos son 615.096 y los agnósticos
124.436. Están en descenso, en cambio, los brasileños que se declaran
seguidores de la religión "espiritista", mientras que sólo el 0.3% se
adhieren a la religión de origen africano como el candomblé o umbanda.
Brasil tiene las dimensiones de un continente, su extensión es 27
veces la de Italia y es el único país del Sudamérica que no ha conocido
guerras ni guerrillas y menos dictaduras feroces como todos los otros
países. Además, es la única potencia económica de América Latina ya
catalogada entre los 4 Grandes de lo que una vez era el "tercer
mundo": los BICS (Brasil, India, Sudáfrica y China). Es inevitable que haya
registrado inmigraciones en masa de los países fronterizos y menos
afortunados, que, junto a otras categorías de pueblo pobre, caracterizan
la vida brasileña con una continua migración interna.
La Iglesia católica no puede asistir religiosamente a estas
poblaciones, aunque tiene una poderosa articulación en el territorio.
Brasil tenía una treintena de diócesis al inicio de 1900, 152 en 1960 y
hoy superan con mucho las 300. La inmensa Amazonia brasileña (14 veces
Italia) en 1900 tenía 2 diócesis (Belem y Manaos), hoy son cerca de 40. Pero las personas consagradas (sacerdotes, hermanos y
religiosas) no se han multiplicado en la misma medida, a pesar de la
fuerte ayuda dada por los misioneros y los sacerdotes y religiosas
extranjeros (hoy en rápida disminución).
La última vez que estuve en Manaos en 1997, el italiano padre Piero
Vignola del PIME, que en los años setenta había fundado la primera
parroquia en la periferia de la capital amazónica (Cidade Nova), me
decía: "En Manaos hay un flujo ininterrumpido de inmigrantes de todas
partes de Brasil y de los estados vecinos; viven en barracas, buscan
trabajo y tienen necesidad de un consuelo religioso. El territorio de mi
parroquia (San Benito) tenía unos 8 mil habitantes cuando nació
conmigo en 1973; hoy tiene cerca de 90.000. Han nacido otras 2
parroquias, pero nosotros los sacerdotes somos en total sólo 5. Pero
en estos 24 años he visto nacer 4-5 sectas protestantes, que luego han
hecho escuela y se han multiplicado por su cuenta con elementos
brasileños. La confusión de las voces es enorme. Nuestra gente es toda
católica, si están cercanos a la parroquia vienen, si no siguen a otros
predicadores o charlatanes.
En el último medio siglo, Brasil ha sido literalmente invadido por
las Iglesias y sectas de origen protestantes. El cristianismo
pentecostal-carismático, como se experimenta también en Asia y África,
es el que más atrae también en América Latina. Para la "nueva
evangelización" es un desafío a la Iglesia católica y a las Iglesias
históricas protestantes. Muchos se preguntan sobre esta rápida difusión
de un movimiento que se inspira y se identifica con Pentecostés y
muchos, justamente, también los critican. Recuerdo cuando en los años
60, 70 y 80 se escribían artículos (he escrito también yo muchos)
titulados "Aprendamos de las jóvenes Iglesias", pero nadie podía
imaginar este reto que viene del Sur del mundo. El Espíritu Santo ayude a
la Iglesia a discernir las vías para volver a llevar a Cristo a
poblaciones ya bautizadas y anunciar a Cristo a los no cristianos. El
movimiento carismático-pentecostal puede de algún modo (¿pero cuál?)
ayudar a una recuperación del factor religioso en las sociedades
cristianas y no cristianas.