La palabra Evangelio significa “Buena Noticia”, y tiene que ver con la palabra ángel, es decir mensajero. Ángel o mensajero en muchos textos
bíblicos y particularmente en los del Nuevo Testamento, no hacen
referencia a un ser alado, como muchos piensan, sino a un hombre que ha
recibido un envío particular.
Los obispos, sucesores, de los apóstoles
eran y son dichos responsables de llevar esta Buena Noticia, y conforme
iba creciendo la comunidad a ellos encargada, nombraban diáconos y
presbíteros para que en nombre suyo atiendan y acompañen a la comunidad
confiada a ellos.
Esta tarea de ir, enseñar y predicar el
Evangelio, llega a hasta nuestros días por una larga Tradición de
siglos, y nos alcanza con la frescura, actualidad y vigencia.
Podemos constatar esta dinámica de la
Iglesia, cuando vemos celebrar a un presbítero, que en un momento de la
celebración, hace referencia al Papa y al Obispo, mismos que recibiendo
el envío continúan llevando la tarea encomendada por Jesús: “Vayan por
todo el mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la creación” (Mc. 16,
15)
Enviados de Buena Noticia, mensajeros,
llevan el Evangelio, a Jesús mismo que es la Buena Nueva, esto me
recuerda una historia que había oído hace mucho de un sacerdote que
admiro mucho y que puede aportar algo.
“A un joven le anuncian en su trabajo
que debe viajar durante un año a otra cuidad, y regresar después a su
pueblo, por lo que le comenta a su novia, con la que llevaba una
relación.
Ella al escuchar esta noticia se
entristeció y le pidió que le escribiera una carta todos los días, para
no sentir la ausencia tan fuerte, a lo que él aceptó.
Al otro día de su partida ella recibió la primera carta, y así cada día durante ese año, 365 cartas, 365 días.
Llegó la fecha de su regreso y al llegar
a su pueblo corrió a casa de ella para verle y continuar su noviazgo.
Cuando llega a donde vivía ella, tocó la puerta y tras minutos de
espera, salió un familiar, al que le preguntó por ella.
El familiar, sorprendido de verlo, lo
saludó y le comentó que ella estaba en la Iglesia, a lo que él le preguntó
que hacía ahí, si ella sabía que regresaba y, en su última carta, le
anunciaba su regreso.
Sólo le respondió el familiar: «ella está en la Iglesia porque se va a casar.»
Él, sorprendido, preguntó «¿Con quién? ¿Qué
pasó?», le había enviado una carta todos los días. Solo le dijeron que
se casaba con el cartero”.
Irónica y sarcástica historia que nos
muestra como podemos correr este peligro, al olvidarnos de la carta y
quedarnos con el mensajero, con el cartero que nos lleva la carta.
Lo mismo pasa con muchos sacerdotes, que
si bien es cierto, están comprometidos con su misión y tarea
encomendada, no podemos olvidar que solo son eso, mensajeros, sin que
esto suene despectivo, pero el mensaje es lo importante, reconocer que
Jesús es la Buena Noticia, Resucitado.
Este es uno de los peligros que un
sacerdote puede vivir, que su comunidad se olvide que el es un mensajero
de Dios, de su palabra que en cada celebración, son mensajeros. Y que deben ser siempre fieles a ese
mensaje, haciendo que todos veamos para el mismo lado, que pongamos
nuestra mirada en nuestro Señor. Que trabajemos por construir el Reino
entre nosotros, evitando la división, las discordias.
Este peligro de que el sacerdote o la comunidad olviden esta tarea, genera muchos más peligros, que causan mas daños. Por esta razón es que debemos de cuidar a
nuestros sacerdotes, acompañarles en su misión, recibir de ellos su
tarea, escucharles, no como un espectador, sino desde la fraternidad y
hermandad.
Cuidar a nuestros sacerdotes de todos
los peligros, y hacer que su sacerdocio sea un gran servicio, una gran
entrega haciendo presente a Dios entre nosotros, a Emmanuel que es Dios
con nosotros.
Te invito a que en un momento recuerdes a
todos los sacerdotes que han sido parte de tu vida, el que te bautizo,
el que te dio la confirmación, la reconciliación y demás sacramentos que
nos hacen mantenernos firmes en nuestra fe, aquellos que nos han
enseñado, acompañado, y hasta los que han caído. Para que su sacerdocio
siempre sea fortalecido por Dios y sigan dando testimonio de la
Resurrección.
Pido por todos los que fueron mis
compañeros en la formación, por todos los que compartieron conmigo
momentos buenos y malos, y particularmente por Mario y Pablo, que Dios
los haga más fuertes y entregados a su ministerio. Hacer que Dios esté
siempre entre nosotros. Que Dios los bendiga.