martes, 1 de enero de 2013

La Carta

Texto original: Carlos Escorza Ortiz para Gólgota OnLine

La palabra Evangelio significa “Buena Noticia”, y tiene que ver con la palabra ángel, es decir mensajero. Ángel o mensajero en muchos textos bíblicos y particularmente en los del Nuevo Testamento, no hacen referencia a un ser alado, como muchos piensan, sino a un hombre que ha recibido un envío particular.

Los obispos, sucesores, de los apóstoles eran y son dichos responsables de llevar esta Buena Noticia, y conforme iba creciendo la comunidad a ellos encargada, nombraban diáconos y presbíteros para que en nombre suyo atiendan y acompañen a la comunidad confiada a ellos.


Esta tarea de ir, enseñar y predicar el Evangelio, llega a hasta nuestros días por una larga Tradición de siglos, y nos alcanza con la frescura, actualidad y vigencia.

Podemos constatar esta dinámica de la Iglesia, cuando vemos celebrar a un presbítero, que en un momento de la celebración, hace referencia al Papa y al Obispo, mismos que recibiendo el envío continúan llevando la tarea encomendada por Jesús: “Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia a toda la creación” (Mc. 16, 15)

Enviados de Buena Noticia, mensajeros, llevan el Evangelio, a Jesús mismo que es la Buena Nueva, esto me recuerda una historia que había oído hace mucho de un sacerdote que admiro mucho y que puede aportar algo.

“A un joven le anuncian en su trabajo que debe viajar durante un año a otra cuidad, y regresar después a su pueblo, por lo que le comenta a su novia, con la que llevaba una relación.
Ella al escuchar esta noticia se entristeció y le pidió que le escribiera una carta todos los días, para no sentir la ausencia tan fuerte, a lo que él aceptó.
Al otro día de su partida ella recibió la primera carta, y así cada día durante ese año, 365 cartas, 365 días.
Llegó la fecha de su regreso y al llegar a su pueblo corrió a casa de ella para verle y continuar su noviazgo. Cuando llega a donde vivía ella, tocó la puerta y tras minutos de espera, salió un familiar, al que le preguntó por ella.
El familiar, sorprendido de verlo, lo saludó y le comentó que ella estaba en la Iglesia, a lo que él le preguntó que hacía ahí, si ella sabía que regresaba y, en su última carta, le anunciaba su regreso.
Sólo le respondió el familiar: «ella está en la Iglesia porque se va a casar.»
Él, sorprendido, preguntó «¿Con quién? ¿Qué pasó?», le había enviado una carta todos los días. Solo le dijeron que se casaba con el cartero”.

Irónica y sarcástica historia que nos muestra como podemos correr este peligro, al olvidarnos de la carta y quedarnos con el mensajero, con el cartero que nos lleva la carta.
Lo mismo pasa con muchos sacerdotes, que si bien es cierto, están comprometidos con su misión y tarea encomendada, no podemos olvidar que solo son eso, mensajeros, sin que esto suene despectivo, pero el mensaje es lo importante, reconocer que Jesús es la Buena Noticia, Resucitado.

Este es uno de los peligros que un sacerdote puede vivir, que su comunidad se olvide que el es un mensajero de Dios, de su palabra que en cada celebración, son mensajeros. Y que deben ser siempre fieles a ese mensaje, haciendo que todos veamos para el mismo lado, que pongamos nuestra mirada en nuestro Señor. Que trabajemos por construir el Reino entre nosotros, evitando la división, las discordias.

Este peligro de que el sacerdote o la comunidad olviden esta tarea, genera muchos más peligros, que causan mas daños. Por esta razón es que debemos de cuidar a nuestros sacerdotes, acompañarles en su misión, recibir de ellos su tarea, escucharles, no como un espectador, sino desde la fraternidad y hermandad.

Cuidar a nuestros sacerdotes de todos los peligros, y hacer que su sacerdocio sea un gran servicio, una gran entrega haciendo presente a Dios entre nosotros, a Emmanuel que es Dios con nosotros.

Te invito a que en un momento recuerdes a todos los sacerdotes que han sido parte de tu vida, el que te bautizo, el que te dio la confirmación, la reconciliación y demás sacramentos que nos hacen mantenernos firmes en nuestra fe, aquellos que nos han enseñado, acompañado, y hasta los que han caído. Para que su sacerdocio siempre sea fortalecido por Dios y sigan dando testimonio de la Resurrección.

Pido por todos los que fueron mis compañeros en la formación, por todos los que compartieron conmigo momentos buenos y malos, y particularmente por Mario y Pablo, que Dios los haga más fuertes y entregados a su ministerio. Hacer que Dios esté siempre entre nosotros. Que Dios los bendiga.