Artículo del Dr. Elard Koch (Epidemiólogo, Instituto de Epidemiología Molecular [MELISA], Concepción, Chile)
Fuente original: Chile B
Reproducido de Centro de Bioética
¿Qué poseen en común Chile e Irlanda en materia de salud materna y aborto?
Tuve la valiosa oportunidad de participar como miembro del Comité de
Excelencia en Salud Materna, que reunido en Dublín, analizó las
experiencias de Irlanda, Chile y otros países con altos estándares de
salud materna en el mundo y que se materializó en la Declaración de Dublín.
Ambos países se encuentran entre las naciones más seguras del mundo
para ser madre en sus respectivos continentes. En el caso de Chile,
excluyendo muertes por causas no obstétricas (también llamadas causas
indirectas), en 2010 ocurrieron 30 muertes con una razón de
mortalidad de 11.9 por 100 mil nacidos vivos. Esto sitúa al país sólo
tras Canadá en el continente americano y con más baja mortalidad materna
que Estados Unidos. En Irlanda, en el mismo año se registraron tres
muertes maternas con 74976 nacidos vivos y una razón de mortalidad de 4 por 100 mil nacidos vivos, situando a ese país entre los cinco
países con más baja mortalidad de Europa.
Lo interesante, es que ambos países cuentan con las legislaciones
menos permisivas de aborto electivo en el mundo y poseen casi nula
mortalidad por aborto, desafiando el mito según el cual, la restricción
del aborto conduce a cientos o incluso miles de muertes por aborto:
falso.
Las muertes por aborto en Chile disminuyeron 99% en 50 años. Más aún,
desde la prohibición del “aborto terapéutico” en 1989, la disminución
continuó, confirmando que esta ley era absolutamente fútil para reducir
la mortalidad materna o para afrontar casos excepcionales en los que
pueda existir un riesgo inminente para la vida de la madre. Este punto
no es menor, pues es un argumento recurrente para promover la
legalización del aborto en Irlanda, Chile y Latinoamérica en general.
En los años 60, cerca de 45% de las hospitalizaciones por aborto
estaban relacionadas con abortos provocados. La reducción continua en la
tasa de hospitalizaciones por cualquier tipo de aborto en Chile desde
1967, indica que la práctica del aborto inducido se redujo en paralelo
con la caída de la mortalidad por aborto. De hecho, estimaciones
publicadas hace pocos meses, muestran que sólo entre 10% y 19% de todas
las hospitalizaciones por aborto en Chile se pueden asociar a
complicaciones de abortos provocados en la última década.
La mayoría de los abortos inducidos en Chile, estarían ocurriendo hoy
a través de la venta ilegal de misoprostol en el mercado negro,
aparentemente, un negocio lucrativo sin mayor control a pesar de ser
ilegal –algo que sin duda requiere la atención de la autoridad sanitaria
y judicial, en especial, por los riesgos que implica.
En términos estadísticos, las tasas de aborto en Chile e Irlanda son
en promedio 10 a 12 veces más bajas que las que ocurren en países con
aborto legal como España, cuya tasa de abortos inducidos se ha
incrementado 10 veces desde que fuese legalizado en 1985. En números
absolutos, los abortos anuales en la región ibérica aumentaron desde
16700 hasta casi 115000 en la actualidad. Los abortos a repetición en
una misma mujer aumentaron de 20% a más de 35%, sugiriendo que el aborto
legal esta siendo utilizado como una suerte de método contraceptivo en
España. En el caso de Chile, el intervalo de confianza estimado cae
entre 8270 y 20675 abortos provocados por año en la última década,
siendo el aborto repetido menos probable por razones obvias.
La explicación es lógica: mientras la permisión legal facilita el
acceso e incrementa la incidencia del aborto electivo, la restricción
legal dificulta el acceso y disminuye la incidencia del mismo.
Obviamente, el efecto disuasivo de una ley menos permisiva no logra
eliminar totalmente el problema pero si disminuirlo, tal como se
pretende con leyes que restringen el consumo de drogas, alcohol o
tabaco. Además, la sanción moral o el estigma social hacia el aborto
provocado son más fuertes en países como Chile e Irlanda. Así, es
razonable pensar que una importante proporción de mujeres que piensan en
el aborto como una alternativa frente a un embarazo no intencionado,
antes de exponerse a la clandestinidad, optan por llevar su embarazo a
término.
Resulta increíble que hoy se insista una y otra vez en anacronismos
que pretenden reinstalar una legislación de “aborto terapéutico” inútil,
que incluso, se presta para abusos interpretativos. Por ejemplo, en un
completo artículo publicado por The Clinic (el artículo se titula “La
vía chilena hacia el aborto” publicado en 2003) se documenta el caso del
médico chileno Aníbal Faúndes y su equipo en el Hospital Barros Luco
Trudeau en 1973. Por “aborto terapéutico” se entendía cualquier motivo,
desde razones socioeconómicas hasta la simple elección. Miles de abortos
electivos se practicaron amparados hipócritamente en aquella ley.
La experiencia chilena es valiosa y muestra que la ética médica es
suficiente para resolver cada caso de aparente conflicto entre la vida
de la madre y la vida del hijo o hija en gestación. Más aún, un recto
razonamiento ético operando en conjunto con la ley actual, permite
dinámicamente adaptarse al avance de la técnica y el conocimiento
científico, promoviendo una sana praxis médica reflexiva y responsable, a
su vez previniendo una mala praxis médica.
Finalmente, si el objetivo de naciones como Chile e Irlanda es
mantener un alto estándar de salud materna, proteger simultáneamente la
salud de la mujer, la vida en gestación, manteniendo a la vez una baja
tasa de abortos provocados, el camino ciertamente, no pasa por modificar
el estatus legal del aborto en estos países.