Fuente: "Las Parábolas de Jesucristo" (Padre Leonardo Castellani, 1959), acerca de la perícopa de Mateo 11,16-17 ("¿Con quién puedo comparar a esta
generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza,
gritan a los otros: «¡Les tocamos la flauta, y
ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!»")
Una aristocracia que se corrompe es siempre igual: concentra
sus afanes en el dinero, para arrapiñar el cual necesita el poder; ya sea que
sepa trabajar, como una partedel barrio Norte, ya sea que no sepa, como otra
parte. Pero todos son bichos para la política; y que gobierne una potencia
extranjera, romanos o helenos o sirios, Seleuco, Antíoco o Pilatos, no les
importa, Es gente cultivada, porque tiene tiempo de leer, de ir al teatro o de
oír música; pero superficial, "como cañas sacudidas por todo viento" de doctrina; gente del "último dernier cri" (como decía uno de ellos) de la literatura, la filosofía y la
política: que se atiborran de literatura francesa, y ahora yanqui...
quiero decir, helénica y romana.
La "frivolité" que en castellano es
casquivanería o tarambanismo (aproximadamente) es una de las más graves
enfermedades del intelecto, siempre causada por un deterioro moral. En Buenos
Aires falla todo en los hospitales; y hay que llevarles a los míseros que allí
caen no sólo comida sino aun remedios y vendas. Y sin embargo la Municipalidad
estatuye un premio de 100.000 pesos, (premio Ricardo Rojas) al que perpetre un
libro "que sea concordante con las esencias americanistas que
rigen en el mencionado escritor con tendencias indigenistas" (sic.) Es una tarambanería, que raya en lo criminal; y he
tomado un ejemplo benigno. En realidad es "propaganda liberal" en la
cual gastan nuestros gobernantes millones de pesos; y eso infructuosamente,
porque nadie les "lleva el apunte". El mencionado "prócer"
fue liberal, aun cuando nunca haya sido muy "prócer". Y sus libros,
que son mediocres (y "con esencias indigenistas"), son propaganda
liberal. Los Saduceos, los diletantes, esnobs y figurones de la Corte, eran tan
enemigos de Cristo como los Fariseos, aunque menos sañuda y brutalmente. No eran
fanáticos religiosos sino al contrario escépticos; pero se ajuntaban con los
fanáticos para tratar de enredar a Cristo.
"Seréis odio para todos por causa de mi palabra"-dijo Cristo a sus enviados; y Él lo estaba experimentando
ahora. La palabra de la verdad hallaba resistencia por todos lados (en las
clases superiores, que son las que dan el tono) lo mismo que ahora en la
Argentina –guardando proporciones. ¿Qué es una nación? ¿Cuándo una nación es
buena y cuándo mala? ¿Cuándo es noble y cuándo es plebeya? ¿Cuándo una nación es
grande, como repiten ahora tanto en la Argentina los locutores y los
discurseadores? Decir ahora que la Argentina es "un gran país", es
una necedad, tanto si lo es de veras como si no. Una nación es siempre una
cosa compleja, donde hay buenos y malos, nobles y villanos, hombres grandes y
chanfaina. Sin embargo una nación puede ser calificada (por un filósofo o un
profeta) aunque en forma general y analógica (latet dolus in generálibus); pues
siempre hay en ella
una minoría que da la tónica, que impone a la mayoría su propio modo de vivir y de VER;
pues las mayorías de suyo son indeterminadas, y deben recibir de una minoría
superior su forma. Y así se puede decir en rigor "mi nación es una gran
nación"; pero es mejor no decirlo: por modestia si es verdad, por veracidad
si no lo es. Mas Cristo no calificó a toda su nación, lo cual es siempre
indiscreto, sino sólo a su "generación", a sus coetáneos. Dijo que era
una generación depravada y bastarda; y que su clase dirigente era depravada y
bastarda, es tan cierto como el Evangelio. Y que la actual generación argentina
en su "clase dirigente" (que no dirige, sino que "mete la
mula") al menos es chabacana, ignorante y ruin, es más cierto que el
Evangelio, si fuera posible.