jueves, 1 de noviembre de 2012

¿Ecologista Yo? No...

Nota original: Padre Jorge Berbellin (@jorgeberbellin)


Soy una persona así de extraña. Huyo del ecologismo, los supuestos productos ecológicos, la vuelta a la vida natural y la protección de la mariposa loca.
Posiblemente la razón sea que uno es de pueblo e hijo de agricultor y ganadero. En casa jamás se escuchó la palabra “ecología”. Pero mi padre sabía perfectamente cultivar buenos tomates y patatas, a las que echaba sus productos para matar bichos, cuidar de sus vacas, ordeñar para obtener la mejor leche, podar los árboles, cortar espinos, aclarar arroyos y desmochar fresnos. Lo de siempre, lo que llevaban haciendo su padre y sus abuelos toda la vida.


Se producía una bonita simbiosis entre el hombre y la naturaleza. Se llevaban bien, sabiendo siempre que la creación es un regalo de Dios para disfrute y provecho del hombre. O al menos eso se había creído siempre.

El actual ecologismo de moda me pone de los nervios. Leo hoy en la prensa que una de las causas de las graves inundaciones en Vera (Almería) ha sido que, a pesar de que se llevaba tiempo pidiendo la limpieza del cauce del río Antas, esta no se había hecho porque estaba previsto el estudio de un humedal. Las inundaciones en esa zona han dejado “además de una persona muerta y otra desaparecida: alrededor de 4.000 viviendas afectadas, de las que el 80% “están perdidas”, según Ayuntamiento, más de 1.000 vehículos arrastrados y destrozados, unos 200 locales comerciales afectados, al igual que los cuatro hoteles de la zona, algunos de los cuales ya se plantean el cierre”.

En la comunidad de Madrid tenemos las famosas curvas de Aranjuez, donde la carretera hace un recorrido inverosímil para salvar unas colonias de mariposas de gran valor. El número de accidentes de tráfico, impresionante.

La muerte de un lince en Doñana es portada de todos los telediarios y causa de luto oficial. ¿Es necesario seguir? Y todo esto adornado con las supuestas maravillas del retorno a la naturaleza, la vida ecológica, los productos naturales y el abandono de la química.

No hace mucho me preguntaron en la calle que si yo era partidario de la vida natural. Les respondí más o menos así: “¿Verdad que antes la vida era mucho más natural y sana que ahora? Pues desde que nos hemos llenado de emisiones de C02, sprays, pesticidas, aire acondicionado, calefacción, automóviles contaminantes, colorantes, conservantes y pastillas para el colesterol, la gente cumple 90 años bailando pasodobles en Benidorm. Antes, con una vida mucho más sana, a los cincuenta años, difuntos. Yo quiero contaminación”. 

Ya. Ya sé que exagero. Pero me temo que se me entiende todo. Por supuesto que hay que respetar a la naturaleza. Pero lo que no podemos permitirnos es que el hombre pase de rey de la creación al último mindundi, de forma que nos vengan a importar más la tortuga autonómica, la mariposa loca o el lince común que el ser humano, hasta el punto de que romper un huevo de cigüeña se castigue poco menos que con la cárcel y matar a un niño en el vientre de su madre sea casi una obra de caridad.

Y ya que hablamos de creación y de naturaleza, invito a releer lo que el Catecismo de la Iglesia nos enseña sobre el particular.

PD. No conozco un solo catedrático de biología militante en movimientos ecologistas.