Dios,
que recibes hasta la derrota,
cuando
ha luchado tanto el derrotado
que de
su sangre la postrera gota
quedó
sobre el costado traspasado.
Dios,
que no despreciaste ni el desastre
cuando
ha luchado un poco el desastrado
pero la
ola, el viento, el rumbo, el lastre
y los
astros no estaban de su lado.
Dios, a
quien no lo aterra ni el derrumbe
cuando
el escombro de lo derrumbado
dejó un
pabilo, un hálito, una lumbre
con que
encender el incendio iluminado.
Dios,
que eres capaz de alzar la ruina
cuando
no amó su ruina el arruinado,
cuando
gime sobre ella y adivina
la
huella en ella del primer pecado.
Que con
dejar lo caedizo
no
quedarías bien acreditado,
harías
como todos, como hizo
siempre
el vulgo desaconsejado.
Señor,
que siempre sanaste lo vencido
más que
al triunfante desapoderado
porque
incluso de lo ya fenecido
surge,
si quieres, lo resucitado.
Rey,
cuyo corazón se va al herido
más
bien que al corazón acorazado,
que más
por el enfermo habrás venido
a
nuestra tierra que por el sanado.
Rey a
quien no interesa la victoria
sino
que sea el juego bien jugado
y más
que los laureles de la historia
que
salga alguno, y sea buen soldado.
Mírame,
oh Rey, mi vida dimediada
la flor
de mi vivir ya dimediado,
con
este gran dolor en el costado
de no
haber hecho nada, nada, nada.
De no
haber hecho nada consecuente
a todo
lo soñado y deseado,
de no
haber hecho nada equivalente
al gran
honor del estandarte alzado.
Mírame,
oh Rey, el hontanar vacío
el gran
terreno yermo abandonado
y ven
Tú mismo un día como un río
en mi
vacío nunca resignado.
Ven Tú
mismo, Señor, a mi hondo abismo
y no lo
cures por apoderado,
pues
creaste el mundo por Tí mismo
y
portmismamente lo has salvado.
Porque
si llego al ataúd sombrío
sin una
flor en el peñón pelado
no eres
injusto porque nada es mío,
pero no
fueras tan santificado.
Pues
fuera todo desaprovechado
y un
lance y un albur tan mal perdido
de
hacer un gran milagro insospechado
diferente
de todos los que han sido.
El más
milagro y milagrez más pura,
el más
sencillo y simplemente dado
inmerecidamente
regalado
a su
creatura de la nuca dura
por el
Creador de todo lo creado.