Buenos Aires, 4 de junio de 2012.
La Pastoral de Drogadependencias de la
Conferencia Episcopal Argentina ofreció una serie de reflexiones,
inspirada en testimonios y preocupaciones que recoge a diario, ante el
inminente debate legislativo de los proyectos de ley sobre la
despenalización de la tenencia de drogas para consumo personal.
“Un joven pobre que se droga no se está divirtiendo, no hace fiesta ni se dedica a un uso recreativo: huye hacia adelante para llegar más rápido al día de su muerte”, advirtió al referirse al argumento de que no hay que penalizar a quien consume estupefacientes, sobre todo marihuana, “en forma recreativa”.
Ante quienes consideran que fracasó la guerra contra las drogas y que lo único que se hace es “criminalizar al adicto”, cuestionó que se diga que “la única y verdadera solución sea simplemente despenalizar, confiando en que con esta sola medida se resuelve casi todo el problema”.
“Cuando los legisladores deban meritar sobre los motivos o razones por las que se debería liberar el consumo de cannabis, entendemos que simultáneamente deberían reflexionar si el sistema sanitario de nuestro país se encuentra preparado para enfrentar todo lo que conllevaría poner en práctica tal decisión”, interpelaron.
La Pastoral de Drogadependencia consideró que hay que tener en cuenta en especial a los más pobres, porque “no se debe legislar para minorías sin tener en cuenta a las mayorías postergadas”.
“Sabemos que las drogas producen impactos diversos según el estado de la salud del consumidor. Quien tiene alimentación adecuada en su infancia, atención médica habitual, dormitorio cómodo y abrigado, recibe las sustancias con serios riesgos para su salud. Pero el daño será mayor en un organismo deteriorado por la pobreza”, alertaron.
El organismo episcopal aseguró que “el daño que se produce a los adolescentes y jóvenes da cuantiosas ganancias a organizaciones mafiosas que operan en nuestro país. En los últimos años carteles extranjeros se han instalado entre nosotros”.
Tras denunciar que “un crecimiento semejante va acompañado de corrupción e impunidad, violencia y muerte, sobornos y extorsiones, miedo y repliegue de la sociedad, que ya no sabe en quién confiar”, señaló que “la sospecha de corrupción generalizada deja el sabor amargo de abandono y desamparo. Semejante crecimiento no pudo desplegarse sin complicidades de diverso orden en la sociedad y el Estado”.
La Pastoral de Drogadependencia hace votos para que “la sociedad en su conjunto se involucre para formar una verdadera red social que dé respuestas concretas a esta enfermedad de nuestro tiempo”, y sostuvo que “la lucha contra la droga se gana en la educación y prevención, creando fuertes vínculos sociales a través de la solidaridad y la búsqueda del bien común.
“En este camino del Bicentenario del 2010 al 2016 hacemos votos para que fructifiquen los esfuerzos por lograr una sociedad libre de la esclavitud de las drogas y de toda opresión”, concluyó.
¿Despenalizar sí o no? Estas reflexiones están inspiradas en los testimonios y preocupaciones que recogemos a diario en los distintos ámbitos de la Iglesia en todo nuestro país.
El tema de la droga genera una enorme preocupación en todas partes, en las grandes ciudades y en los pueblos más pequeños, en las familias con muchos recursos y en las más humildes de nuestra sociedad.
Las familias recurren a nosotros en búsqueda de orientación y consuelo. Muchas veces caen en la desesperación.
Por eso no podemos callar.
Expresamos nuestros pareceres enriquecidos por la experiencia de la Iglesia en todo el mundo. Sí: en todo el mundo.
Así quisiéramos que se interpreten. Como una contribución para
encontrar caminos de comunión superadores de una realidad que nos
angustia.
Creemos que es a través del diálogo y creando espacios de
reflexión en donde cada uno se pueda expresar con auténtica libertad,
que encontraremos las verdaderas respuestas a este mal de nuestro
tiempo.
De ninguna manera debiéramos mirar al que piensa distinto como
un enemigo reprochable con el que ni siquiera hay que hablar. Por el
contrario, pensamos que es respetando profundamente los distintos puntos
de vista que nos guían, que encontraremos verdaderos caminos de
comunión que en definitiva nos ayuden a alejar a toda la sociedad del
esclavizante mundo de las drogas.
Y, por sobre y ante todo, queremos recoger y expresar la voz de los más pobres.
Un joven pobre que se droga no se está divirtiendo, no hace
fiesta ni se dedica a un uso recreativo: huye hacia adelante para llegar
más rápido al día de su muerte.
“En la Argentina, lo que quizás es recreativo para un joven de
clase media o alta se torna fatal en los ambientes pobres y marginales.
Es necesario comprender que la vulnerabilidad social aumenta cuando no
hay oportunidades de inclusión real; y que, a mayor vulnerabilidad, la
brecha entre el consumo recreativo y el consumo problemático se acorta
dramáticamente. El joven pobre no tiene de dónde asirse, porque vive la
fragilidad en lo escolar, en lo laboral y lo sanitario; en consecuencia,
un simple consumo de porro tiende a arraigarse más rápido y con mayor
fuerza.” (Fragmento tomado de la nota de opinión del sacerdote José
María “Pepe” Di Paola, publicada en el diario La Nación el lunes 28 de mayo de 2012 con el título “La cuestión no es despenalizar”.)
El contexto de la ley: Desde hace un tiempo
se escuchan diversas propuestas que promueven la despenalización de la
tenencia de drogas para el consumo personal.
Para sostener y
justificar esta postura se expresan distintos argumentos, pero el más
común es que “la guerra contra las drogas ha fracasado”, el consumo ha
aumentado y lo único que se ha logrado es “criminalizar al adicto”.
Entonces se dice que la única y la “verdadera solución” es
simplemente “despenalizar”, confiando en que con esta sola medida se
resuelve casi todo el problema.
Sin embargo, como ya ocurrió en
otros países, esto favorecería el incremento de las facilidades y
oportunidades para obtener estas sustancias y por lo tanto aumentar de
esa manera el consumo, más que disminuirlo.
Cabe señalar en este
contexto, que llama la atención que cuando se hace un análisis jurídico
del problema de las adicciones, no se hayan analizado otras alternativas
para atender una problemática tan específica como la creación de
tribunales propios, fuera del área penal por ejemplo.
Nuestra realidad: El 25 de marzo de 2009 el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia de la Arquidiócesis de Buenos Aires publicó un documento en el que se manifestaba que “la droga está despenalizada de hecho” y nos decían que “la despenalización a nuestro parecer influiría en el imaginario social instalando la idea de que las drogas no hacen tanto daño”. Y continuaban:
“Vemos la buena intención de los que buscan no criminalizar al
adicto, es una locura criminalizar la enfermedad. Pero intentemos
pararnos desde la perspectiva de las familias más vulnerables. Sin un
buen sistema de salud, sin políticas fuertes de prevención, sin un
sistema educativo realmente inclusivo y eficiente, el único encuentro
del adicto y su familia que pide ayuda con el Estado es la justicia.
Despenalizar en estas condiciones es dejar abandonado al adicto, no
hacerse cargo de su derecho a la salud. La dinámica misma de la adicción
lleva muchas veces a hacer cualquier cosa para satisfacer el deseo de
consumo. El próximo encuentro entre el Estado y el adicto ya no será en
la enfermedad, sino en el delito que a veces nace de ella.(…) Usando una
imagen podríamos decir entonces que la discusión sobre la
despenalización corresponde a los últimos capítulos del libro y no a los
primeros”.
Cuando los legisladores deban meritar sobre los
motivos o razones por las que se debería liberar el consumo de cannabis,
entendemos que simultáneamente deberían reflexionar si el sistema
sanitario de nuestro país se encuentra preparado para enfrentar todo lo
que conllevaría poner en práctica tal decisión. Particularmente se ha de
tener en cuenta a los más pobres. No se debe legislar para minorías sin
tener en cuenta a las mayorías postergadas.
Sabemos que las drogas producen impactos diversos según el estado de la salud del consumidor. Quien tiene alimentación adecuada en su infancia, atención médica habitual, dormitorio cómodo y abrigado, recibe las sustancias con serios riesgos para su salud. Pero el daño será mayor en un organismo deteriorado por la pobreza.
Sabemos que las drogas producen impactos diversos según el estado de la salud del consumidor. Quien tiene alimentación adecuada en su infancia, atención médica habitual, dormitorio cómodo y abrigado, recibe las sustancias con serios riesgos para su salud. Pero el daño será mayor en un organismo deteriorado por la pobreza.
Entendemos el espíritu de la mirada
jurídica, pero creemos que no es facilitando el consumo, ni haciendo
aparecer como que está bien lo que está mal, que vamos a superar este
creciente flagelo de las drogas, particularmente en nuestros jóvenes y
adolescentes.
Estado - Políticas Públicas - Contexto Social: es necesario ir a las causas de la cuestión y no solo, a través de una mirada parcial y no integral, a considerar un aspecto del problema: el jurídico.
En este momento, en el que la pobreza y la exclusión
persisten en buena parte de nuestra gente, medidas que puedan facilitar
el consumo generan confusión y aparecen como a destiempo, desenfocadas
de la realidad social.
Las políticas públicas deberían orientar sin lugar a dudas a
desalentar el consumo de drogas. Por eso es de la mayor importancia
contar con una política de Estado que promueva la educación, la
prevención y la salud. Es urgente dar pasos hacia soluciones integrales.
La Ley Nº 26.586 que establece el Programa Nacional de Educación y Prevención sobre las adicciones y el consumo indebido de drogas fue promulgada el 28 de Diciembre de 2009. Es un excelente
instrumento para desarrollar un verdadero esfuerzo educativo a nivel
nacional. Sin embargo, debemos lamentar que aún no se han dado pasos
firmes para su implementación. ¡¡Es urgente avanzar en educación y
prevención!!
Hoy el mundo se enfrenta a uno de los mayores
flagelos que se haya registrado en la historia de la humanidad. No solo
por el aumento de las toxicomanías —cientos de millones de hombres y
mujeres consumidores— sino también porque el entorno del adicto
(principalmente la familia) se ve sometido a sacrificios enormes tanto
en la observación diaria del deterioro y la angustia a que se haya
expuesto el abusador de sustancias, como así también en la fase de
rehabilitación posterior que importa un gran esfuerzo físico y moral de
todo el núcleo afectivo primario que debe acompañar esta dolorosa y
compleja etapa.
El conocimiento científico: se
ha divulgado de modo confuso que la distinción entre drogas blandas y
duras —inclusive algunos gustan denominar “inocuas” a las primeras,
también se las describió como “recreativas”— es un primer paso para
distinguir lo que debe separarse en cuanto a las restricciones o
controles gubernamentales.
Todo parece reducirse a un esquema
erróneamente simplificado en el cual la droga es evaluada por
comparación con otras sustancias aceptadas socialmente. Así, el caso de
los cannabinoides tal vez sea el paradigma de esta situación. Inclusive
algunos autores sostenían que el uso de marihuana resultaba menos dañino
que la aspirina (Ells, 1992). Hoy sabemos científicamente que no es así
y las organizaciones internacionales que estudian seriamente el
problema como la UNODC (Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito)
alertan, por ejemplo, sobre el uso dañino de la marihuana. Esta
Organización de las Naciones Unidas en su Informe Mundial sobre drogas
2011 expresa con toda claridad que cada vez más y más hay evidencias que
indican que la intensa exposición al uso de cannabis incrementa el
riesgo de desórdenes psicóticos.
Frente al cannabis los adolescentes parecen estar en doble
desventaja: son más vulnerables al uso de ella y los efectos sobre las
medidas cognitivas son más pronunciadas que en la edad adulta (Arsenault
y otros, 2004, Ehrenreich y otros, 1999; Pope y otros, 2003). La
adolescencia es un período crítico para el desarrollo neuronal y existen
poco estudios encarados en esta etapa crítica (Mathias y otros, 2010).
Existen, como los señalados, numerosos estudios que desde el
conocimiento científico, nos permiten hoy tener clara conciencia de las
características complejas que nos plantea el problema de las drogas.
El deterioro de las funciones conductuales durante el manejo de
vehículos, las consecuencias durante el embarazo, su relación con la
esquizofrenia y los brotes psicóticos y muchos otros han sido claramente
estudiados y documentados.
El narcotráfico y los mercaderes de la muerte: el
daño que se produce a los adolescentes y jóvenes da cuantiosas
ganancias a organizaciones mafiosas que operan en nuestro país. En los
últimos años Carteles extranjeros se han instalado entre nosotros. Un
crecimiento semejante va acompañado de corrupción e impunidad, violencia
y muerte, sobornos y extorsiones, miedo y repliegue de la sociedad, que
ya no sabe en quién confiar. La sospecha de corrupción generalizada
deja el sabor amargo de abandono y desamparo. Semejante crecimiento no
pudo desplegarse sin complicidades de diverso orden en la sociedad y el
Estado.
Constatamos mensajes ambiguos. No queremos la droga cerca, se le da
vuelta la cara a los adictos, ¿y le vamos a dar más libertad de
circulación todavía?
Debemos saber que las leyes cumplen una función pedagógica. ¿Qué enseñanza nos deja darle a las drogas un reconocimiento legal?
No
caben dudas de que es necesario redoblar esfuerzos para combatir las
redes mafiosas de los mercaderes de la muerte. No hay que darle espacio
al narco-negocio.
Pero recordando siempre que en el centro del problema está el
hombre y sus vínculos. El hombre que necesita encontrar un verdadero
sentido a su vida y poder vivirla dignamente con la libertad de los
hijos de Dios.
Red social - Solidaridad - Bien común: hacemos votos para que la sociedad en su conjunto se involucre para
formar una verdadera RED SOCIAL que dé respuestas concretas a esta
enfermedad de nuestro tiempo.
La lucha contra la droga se gana en
la EDUCACIÓN y PREVENCIÓN, creando fuertes vínculos sociales a través
de la SOLIDARIDAD y la búsqueda del BIEN COMÚN.
En este camino
del Bicentenario del 2010 al 2016 hacemos votos para que fructifiquen
los esfuerzos por lograr una sociedad libre de la esclavitud de las
drogas y de toda opresión.