lunes, 1 de octubre de 2012

Cachita, Virgen de la Caridad, Santa Patrona de Cuba

Texto original: Yoani Sánchez (@yoanisanchez) para su blog Cuba Libre

Hace unos días, tocó a mi puerta una señora que tiene un cargo en el Comité de Defensa de la Revolución (CDR). Pensé que por equivocación o por despiste había venido a parar a nuestra casa, donde no militamos en el CDR desde hace casi una década. Pero la delgada mujer no portaba esta vez una de esas citaciones de tono marcial para asistir a una reunión o para hacer una guardia nocturna. En este caso, la traía ante nuestra puerta un motivo completamente distinto. Sacó de su bolso un pequeño folleto de color azul y nos anunció que durante el sábado 8 de septiembre habría procesiones y misas por la Virgen de la Caridad del Cobre en varias iglesias de La Habana. 




No pude dejar de asombrarme de las vueltas bruscas que da la vida. Hace apenas unos años, la misma señora era una feroz atea que identificaba a la religión con la “contrarrevolución”, mientras que ahora nos invita a una peregrinación católica. Le pregunté si repartir el plegable era una tarea que le había asignado el CDR y para mayor asombro me aseveró “No, esto es una idea mía”. ¡Increíble! La vecina que desde su balcón vigilaba hace unos años a todo el que entrara al edificio con una bolsa o con un nuevo amigo, ahora invoca la iniciativa de cada cual como algo a respetar. Bueno, el contraste al final me alegró. Prefiero esta nueva actitud en ella que la anterior, pero no dejo de preguntarme qué ha ocurrido.

Pues bien, en este año 2012 se celebran los 400 años de la aparición de la imagen de la Virgen de la Caridad, nuestra patrona. Cachita, como se le conoce popularmente, es muy venerada a lo largo de toda la Isla y ha trascendido la esfera religiosa para erigirse en un emblema de cubanía. También está sincretizada en la santería con la deidad conocida como Oshún. Se le asocia con una serie de atributos que provienen de su imagen católica, como son el manto dorado, los tres hombres en un bote que aparecen al pie en sus estampas y el niño que acurruca en sus brazos. Pero además está ligada a elementos como la  zalamería, la feminidad, el amor y los bailes sensuales, características que provienen de su contraparte en la religión yoruba. En una Isla ajiaco… nuestra patrona no podría ser menos.

Una sencilla imagen de la Virgen de la Caridad fue encontrada en los albores del siglo diecisiete en la oriental bahía de Nipe. Dos hombres y un adolescente llamados Juan (los tres Juanes) la hallaron flotando en sus aguas. Así que Cachita, rescatada de entre las olas por aquellos brazos, vino a convertirse en la María de un pueblo que siglos después se lanzaría al estrecho de la Florida en balsas, puertas convertidas en embarcaciones y camiones hermetizados para lograr que flotaran. La Virgen Mambisa que también estuvo junto a quienes exigían con el filo del machete la independencia cubana de España, ahora adorna los altares de compatriotas desperdigados por todo el globo terráqueo. Tiene su ermita en Miami, como tiene su santuario en Santiago de Cuba… y hasta incontables altares en apartamentos de Madrid… Cachita fue así nuestra primera balsera, sólo que ella no escapaba sino que venía, no quería alcanzar otros horizontes sino quedarse para siempre aquí.

Su templo principal, ubicado en Santiago de Cuba, se conoce como El Cobre, por la cercanía con yacimientos de ese mineral. En el salón de entrada de la concurrida Iglesia –la Capilla de los Milagros- alternan trozos de cabellera dedicados por muchachas que consiguieron casarse con algún extranjero y zapatitos de bebés desahuciados por la ciencia pero que lograron sobrevivir. Reposan también brazaletes del Movimiento 26 de julio, llevados hasta allí por rebeldes que una vez tuvieron escapularios y después terminaron prohibiéndolos. En una esquina, una cartulina recuerda a los disidentes encarcelados durante la Primavera Negra de 2003. Únicamente bajo el manto de Cachita puede convivir una pluralidad así.

El Santuario de El Cobre permanece lleno cada día, de creyentes de toda una vida y otros que apenas si saben rezar un padrenuestro. Muchos de esos que se fingieron antirreligiosos mientras fue pecado ideológico tener en la sala un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús, ahora se confiesan católicos, santeros, Testigos de Jehová o adventistas del Séptimo Día. El destape cubano discurre en un sentido muy peculiar y sorpresivo, va desde el agnosticismo hacia la fe; transita de la duda al credo. Los crucifijos ya no se guardan bajo las camisas y los altares con santos se emplazan a la vista pública en las salas de miles de casas. Ha retornado la costumbre de bautizar a los hijos, después de varias generaciones que no recibieron ese sacramento. Las bodas por la Iglesia vuelven a estar de moda y en los hospitales se ha hecho una escena común la aplicación de la extremaunción. Las clases de catecismo están llenas de niños cuyos padre tuvieron que aprender en las escuelas cuando pequeños que “la religión es el opio de los pueblos”. La historia nacional parece haber cerrado un ciclo de fusiles para comenzar otro de rosarios.

Y no sólo la religión, también la Iglesia como institución ha ganado terreno en nuestra sociedad en los últimos años. Ha conseguido, entre otros logros, la posibilidad de abrir un nuevo seminario para formar sacerdotes. En la televisión nacional se transmiten las misas católicas en ciertas fechas señaladas y el propio discurso político se ha deshecho de sus antiguas consignas antirreligiosas. Hasta mi fundamentalista vecina, militante del Partido Comunista y miembro activa de los CDR, ha regresado a la fe. Ya no nos llama al trabajo voluntario, sino a la misa; ya no me dice “compañera” sino “hermana”. Para rematar, ha cambiado la foto de un Fidel Castro uniformado que tenía en su comedor por una imagen de Cachita vestida con su traje dorado, a los pies de la Virgen tres hombres en una balsa la miran todo el tiempo.

P.D.: Este texto breve es parte de otro más extenso publicado en la revista Letras Libres.