Cuando compramos zapatos solemos buscar
un modelo de acuerdo a nuestras circunstancias, imagen, gustos, que
vayan de acuerdo a nuestros objetivos, de tal forma que podemos
encontrar zapatos de trabajo, descanso, deporte, con miles de variantes,
estilos, materiales, con los cuales podemos identificarnos, manifestar
en ellos nuestra forma de ser.
A lo largo de la historia, podemos ver diversos materiales, que han hecho de nuestras vidas algo más cómodo.
La tecnología aplicada en la actualidad
nos permite ver una gran diversidad de modelos, formas, y
características que se adecuan a las necesidades particulares del
usuario. Platicando con un amigo sobre el calzado
deportivo me decía que podemos encontrar zapato tenis de acuerdo a
nuestra actividad física, para correr, practicar algún tipo de deporte,
teniendo así una gran variedad de elementos para discernir en la
elección de calzado.
Lo mismo podemos ver para el trabajo,
con las circunstancias propias de nuestro empleo, actividad, horarios,
en fin, que en muchos sentidos buscan facilitar nuestras vidas, pero que
para algunos parecieran más una complicación que una ayuda.
Por irónico que parezca siempre buscamos
sean en par, que sean iguales, y aunque sea más que obvia la respuesta,
el tener un par del mismo tamaño, forma y modelo, nos garantizan
equilibrio, estabilidad.
Poniendo algunos ejemplos absurdos, si
usamos un calzado deportivo en un pie, y en el otro uno de vestir,
además de vernos mal, podemos fácilmente caernos, agotarnos,
desgastarnos.
Lo mismo sucede en nuestra elección de
compañero o compañera de vida, encontrar la persona ideal tiene que ir
de acuerdo a la realidad que soy y dirección en la que me encuentro.
De ahí que uno de los enigmas más
antiguos de la humanidad se encuentra en la elección de pareja, y de
este tema se han escrito y descrito un sinfín de posibilidades, razones,
ideas, sobre las cuales nos podemos argumentar, justificar o plantear.
Así como en el calzado debemos de tener
el par, debemos de reconocer que son además complementarios en todas sus
características, solo con una diferencia, uno es derecho u otro
izquierdo, repito puede sonar irónico, pero creo es necesario tener en
cuenta esta absurda realidad.
Muchos han generado ideas, mitos historias, leyendas que giran y buscan responder a estas realidades, como “el Banquete” de Platón, que busca responder a que es el amor y cuenta historias y mitos geniales de qué es y por qué es así el amor.
Pensemos ahora en que queremos ponerle zapatos al amor, y nosotros somos uno de los dos zapatos que debe llevar el amor. Y nos encontramos en una zapatería que
por una extraña razón todos los zapatos están en desorden, y podemos ver
todo tipo de calzado, deportivo, de trabajo uso rudo, descanso, botas,
cortos, largos, en fin, de todo tipo de zapatos frente a nosotros, y
estamos buscando nuestro par, nuestro igual, el que complementa y que
hará que el amor camine estable, firme y seguro.
Podemos ver que en la variedad de
calzado hay modelos más lindos que nosotros, más finos, sencillos,
complejos, con adornos, sin ellos. Nos colocamos junto a cada uno de
ellos, pensando en que podríamos ser el par de cualquiera de ellos,
proyectamos planes, ideas, sueños, de lo que juntos podremos hacer al
calzar al amor.
Visualizamos un sinfín de eventos y
actividades juntos, generamos tantas expectativas que llegamos a la
idealización de esa experiencia, pero hemos olvidado algo, que en muchos
casos puede ser doloroso al descubrirlo.
No nos hemos dado un momento para
vernos, para reconocernos, para saber que características tenemos, nos
hacen ser, que forma, tamaño tenemos.
Solo hemos visto los demás zapatos que
están a nuestro alrededor, los hemos criticado, admirado, analizado,
pero hemos olvidado algo importante, saber que características tenemos o
mas bien tengo para así, poder encontrar a mi par.
De tal forma que al conocer mis
características y elementos que me forman puedo así reconocer mis
posibilidades reales, con esto no quiero decir que en la elección de una
pareja deba hacer lo mismo, o sentir lo mismo, es mas complicado que
esto.
El reconocer mis limitaciones,
realidades y formas de ser, me permiten reconocer posibilidades en mi
capacidad de elección. El tener una clara conciencia de lo que soy, me
permite tener claridad, orden en lo que soy, quiero y busco, para así
encontrar a mi par.
De otra forma es vivir con la actitud de “prueba y error”, jugando a las probabilidades, cayendo en supersticiones, justificándose en cualquier cosa.
A lo que podemos llamar programación o
memoria afectiva, es decir, que me vinculo con ciertas personas que sin
saberlo las atraigo y más aun, si veo algo diferente, suelo dudar,
condicionar por que no corresponden a mi realidad.
Un ejemplo de esto seria, si viví en una
realidad familiar violenta, es fácil que caiga en esa misma actitud al
buscar pareja, o mas bien atraigo eso mismo que aprendí a ver como
normal. Sea la realidad que sea, suelo reaccionar ante lo que en mis
primeros años viví y de ahí tomo partido para todo lo que se presenta en
mi vida, aceptando o rechazándolo.
Incluso es muy lamentable darse cuenta
que al vivir un estilo de vida caemos fácilmente en patrones de
conducta, como algunos psicólogos lo explican, generando así patologías
de conducta que llevamos toda nuestra vida, sino somos capaces de
reconocerlas.
De tal forma que la elección de mi par en la vida esta subordinado a estas realidades o posibilidades presentes en mi vida.
¿Qué podemos hacer? Podríamos
preguntarnos. Si somos capaces de reconocer qué patrones de conducta
tenemos, vivimos desde nuestra infancia, es posible que podamos
desprogramarlos, reorientarlos, para así responder a nuestra realidad
plena.
Todos lo tenemos, vivimos en una
estructura familiar determinada, que de ahí recibimos todo el bagaje
afectivo, espiritual, cultural que somos, pero no siempre lo tenemos
claro.
Una vez clarificado este punto, podremos avanzar en la elección de nuestro par, antes como ya lo decía, caemos en “prueba y error” constante, jugamos a sentirnos bien, a vernos bien, sin estar listos para esto.
¿Es posible? Claro, cuando dejemos de
vernos solo desde un lado, cuando dejemos de ver el lado egoísta de
nosotros mismos, cuando dejemos de buscar nuestro beneficio personal y
seamos capaces de ver por el otro, seamos capaces de ser el complemento,
y no, nuestro sentirnos y vernos bien.
Cuando seamos capaces de ver por el
otro, su sentir, pensar y querer encontraremos mas respuestas que
preguntas a nuestra vida, si somos capaces de descubrir en mi, las
realidades que me hacen ser, la forma que me hacen reaccionar, podré
entonces tener claridad de lo que quiero en la vida, antes los peligros
son muchos.
Cuando Dios creo al hombre y a la mujer,
les dio igualdad, complementariedad, nos dio la facultad de ser
fecundos, y no solo en el ámbito sexual reproductivo, sino de dar vida
de generarla en el otro, de alimentar la vida del compañero de vida, de
tomar el mismo rumbo, es decir de buscar la felicidad, de vivir el amor
pleno, generoso.
Ponerle zapatos al amor es reconocer que somos par, vamos para el mismo lado, y que el esfuerzo y desgaste es compartido.