Traducción del francés: Raquel Anillo para Zenit
Al sur de Pendjab, un hombre sospechoso de profanación del Corán fue
quemado vivo por una muchedumbre desenfrenada, guiada por jefes
religiosos islamistas. Los responsables de las Iglesias, las ONG de
defensa de los derechos humanos y también el gobierno de Pakistán
condenaron unánimemente un "acto de una barbarie inconcebible".
El martes, 3 de julio –informa la agencia Eglises d'Asie--,
como consecuencia de una queja depositada por los habitantes de la
villa de Chani Ghoth, del distrito de Bahawalpur, al sur de Pendjab, la
policía detuvo a un hombre acusado de haber profanado el Corán (según
ciertas versiones, habría tirado páginas del Corán por la calle, según
otros habría intentado quemarlo). La misma tarde, mientras que el
hombre, que parecía no gozar de todas sus facultades mentales y "hasta
no saber donde vivía", fue interrogado por los policías, jefes
religiosos islamistas incitaron por altavoces a la población a que fuera
a la comisaría para "castigar al blasfemo".
En menos de una hora, una
muchedumbre amenazadora de cerca de dos mil personas, se reunió delante
de la comisaría de Chani Ghoth reclamando que la policía le entregara al
hombre, mientras que su culpabilidad todavía no había sido verificada. "Nos pidieron matarlo delante de ellos si no harían justicia ellos
mismos", dijo Mohammed Azhar Gujar, uno de los oficiales de policía,
presente en el momento de los hechos. Afirma que él y sus colegas
intentaron proteger a la víctima lanzando bombas lacrimógenas sobre los
agresores, pero que la muchedumbre era incontrolable y numerosa. Los
agresores después de haber bloqueado el camino principal, comenzaron a
quemar vehículos de policía y viviendas, antes de penetrar por la fuerza
en la comisaría y arrancar de allí al sospechoso. Según las fuerzas del
orden, una decena de policías habría sido herida gravemente en su
tentativa para impedir a la muchedumbre que se llevara a la víctima.
Ésta luego fue golpeada y torturada violentamente delante de la
comisaría antes de ser arrastrado por la muchedumbre histérica hasta una
encrucijada de Chani Ghoth. Después de haberlo rociado de gasolina, los
locos quemaron vivo al “blasfemo” que, contrariamente a lo que pudo ser
contado por la policía y ciertos medios de comunicación, estaba muy
vivo en el momento de su inmolación, pidiendo ayuda a la muchedumbre que
asistía a su ejecución sin moverse (tanto lo que cuentan los testigos,
como las fotos y los vídeos tomados por móviles no dejan ninguna duda
sobre el desarrollo de los hechos).
Mientras que en los primeros informes se afirmó que la identidad y la
religión de la víctima les eran desconocidas, hoy la policía como los
medios de comunicación, le dan al hombre, aparentemente discapacitado
mental, el nombre de Ghulam Abbas. Su edad rondaría los 40 años y
habría sido musulmán. "Mientras que estaba en la celda, no dejaba de
reírse y de salmodiar cosas incomprensibles", contó uno de los policías a
la BBC. Según algunas informaciones de la Comisión Justicia y Paz de la
diócesis católica de Multan, donde se encuentra Chani Ghoth (aunque no
se pueda investigar en el mismo lugar, la zona aún no es segura), Ghulam
Abbas no era de la región y nadie vino para reclamar o para identificar
el cuerpo.
Por parte de los cristianos la reacción fue la más viva y más rápida.
Tan pronto como la noticia de la ejecución fue conocida el 4 de julio,
monseñor Andrew Francis, obispo de Multan, condenó vigorosamente "un
acto inhumano y de extrema gravedad". Confiando a la agencia Fides el 6
de julio que se sentía "avergonzado de que este drama se haya producido
en [su] diócesis", el obispo confirmó que toda la comunidad católica
"siguen los hechos en la oración, con atención, pero con prudencia". Como
presidente de la Comisión para el Diálogo Interreligioso de la
Conferencia Episcopal, aseguró que "la Iglesia redoblaría sus esfuerzos
para dialogar con los responsables musulmanes" con el fin de poner fin a
la violencia religiosa "en aumento constante en la región".
El distrito de Bahawalpur es el teatro de actos de violencia y de ejecuciones
extrajudiciales recurrentes. El padre Samuel Raphael, de la iglesia St
Dominic en Bahawalpur, confirmó que los cristianos de la diócesis temen
cada vez más por sus vidas. "[Este último acto de violencia] significa
que una sociedad inhumana e intolerante está imponiéndose a un ritmo
acelerado (…) --explicó el sacerdote--, porque hoy es la población misma
quien decide constituirse en la justicia".
Las intenciones del obispo de Islamabad-Rawalpindi, Mons. Rufin
Anthony, el cual apeló a las autoridades "a comprender que era el
momento de legislar para proteger a los inocentes" y de garantizar la
seguridad de las personas acusadas con alegaciones simples no
verificadas. "¡Cuánta sangre deberá correr todavía, se indignó, antes
de que cesen la impunidad, la ilegalidad y la libertad de la que gocen
los que hacen justicia ellos mismos!". Peter Jacob, secretario ejecutivo de la Comisión Justicia y Paz de la
Conferencia Episcopal de Pakistán (NCJP), comentó que desde principios
de 2012, por lo menos tres personas (2 musulmanes y un cristiano)
habían sido víctimas de ejecuciones extrajudiciales y otras 88 estaban
aún en espera de juicio por blasfemia. Con diferentes ONG como la
Fundación Masihi o Life for All, la NCJP pidió la intervención
de la Corte Suprema de Pakistán con el fin de "garantizar el Estado de
derecho en el país" y poner fin a los abusos de la ley antiblasfemia,
que no dejan de aumentar.