jueves, 25 de julio de 2013

Reflexión de Monseñor Aguer sobre el Cambio de Lenguaje

Nota original: AICA

En su reflexión televisiva semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (América TV), el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, se refirió al cambio de lenguaje que se observa en los últimos años y cómo esto influye en el trato social observando que “hay palabras que han caído en desuso y, en cambio, se han impuesto otras” y que “eso puede significar algo en la mentalidad común, en la orientación de vida en la sociedad”.

“Acabo de leer en el diario italiano Corriere della Sera -dijo monseñor Aguer-, un artículo interesantísimo que recoge varios estudios sobre ese tema. Fundamentalmente se refiere a una investigación que se realizó en Google con una base de datos de cinco millones de libros publicados durante mucho tiempo. Se estudió el cambio de las palabras en uso y ese estudio se publicó en el Wall Street Journal con un título particularmente interpelante: ¿Qué nos dicen las palabras? o ¿Qué dicen las palabras respecto de nosotros?”.

“Lo que se intenta sugerir -explicó- es que el uso que hacemos de determinadas palabras está revelando nuestra manera de pensar, y en consecuencia las inclinaciones fundamentales de la vida social”.

“En el estudio mencionado hay algunos datos que me parecen muy interesantes. Se dice, por ejemplo, que palabras y frases como prudencia, virtud, decencia, por favor, muchas gracias, fuerza de ánimo, gratitud, etc., fueron dejadas de lado o al menos no circulan con tanta frecuencia. Pero sí, en cambio, abundan otras como yo, personalizado, único, disciplina, puedo hacerlo yo, yo voy primero, etc.”.

Y consideró esta reflexión oportuna en el marco de la celebración de Día del Amigo diciendo: “Pensemos un poco estas cosas: ¿puede ser verdad lo que revelan estos estudios? ¿Esa manera de hablar o ese archivo de ciertas palabras, no ha ocurrido también en nuestra forma de expresarnos? Ya que en estos días se celebra el Día del Amigo, parece oportuno reflexionar sobre este asunto del modo de expresarnos y de su relación con el trato amable que debemos a todos”.

“También se han comenzado a usar en abundancia palabras asociadas con la capacidad de producir, como disciplina, confiabilidad, etc. Y, además, el uso abusivo del yo va seguido de adverbios perentorios, como absolutamente. Yo digo absolutamente que sí o absolutamente que no, casi sin matices. Y pedir permiso pareciera, eso también, ser cosa del pasado”.

“Como conclusión de este balance se afirma que la imagen de sociedad que aparece detrás de ese uso es la de una sociedad individualista, competitiva y poco educada. Tanto que palabras como familia, colectivo, comunidad y otras de ese tenor han ido disminuyendo en el uso social, lo cual revela que el sentido de la comunidad ha sido sustituido por un espíritu competitivo. La primacía del yo en el lenguaje es por demás significativa”.

“Este estudio de Google es confirmado por la opinión de varios escritores de distintos países; todos ellos apuntan en el mismo sentido al notar que las fórmulas de cortesía han sido desplazadas por un lenguaje que revela la lógica eficientista. Se señala el uso frecuente de palabras inconvenientes, groseras, obscenas. Esto lo comprobamos nosotros en muchos medios de comunicación: cincuenta años atrás jamás escucharía uno las groserías y obscenidades que se lanzan como si nada”.

“Algunos tratan de justificar este lenguaje obsceno en los medios de comunicación o en el trato interpersonal diciendo que por lo menos la rabia se evacua de esa manera, porque si no se descargaría de un modo más violento, con otras formas peores. No me parece una buena justificación”.

“Uno puede discutir acerca de la evolución del lenguaje, porque tampoco existe un patrón unívoco sobre su desarrollo y las lenguas son realidades vivas, pero me parece que la conclusión del estudio es justificada. Posiblemente, el lenguaje actual, el modo de hablar difundido con mayor amplitud, está revelando una sociedad que ha ido perdiendo o debilitando vínculos fundamentales, vínculos societarios, familiares, comunitarios, y se ha tornado individualista, competitiva, eficientista”.

“Tomemos -dijo por último- uno de los aspectos mencionados como, por ejemplo, la cortesía. ¿Cuánto mejoraría la vida común, la de todos los días, si fuéramos un poco más corteses? Se trata de un valor fundamental de humanidad, de urbanidad como se decía antes, una virtud que también actualmente ha sido prácticamente archivada. Pero desde el punto de vista específicamente cristiano, me parece que lo que en este ámbito está en juego son las formas cotidianas y sencillas del respeto, que corresponde a un trato basado en la justicia, y también en la caridad, en el afecto de caridad que debemos a todos y que tiene que manifestarse también en las palabras”.