Nota original: AICA
En su reflexión televisiva semanal en el programa “Claves para un Mundo
Mejor” (América TV), el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, se
refirió al cambio de lenguaje que se observa en los últimos años y cómo
esto influye en el trato social observando que “hay palabras que han
caído en desuso y, en cambio, se han impuesto otras” y que “eso puede
significar algo en la mentalidad común, en la orientación de vida en la
sociedad”.
“Acabo de leer en el diario italiano Corriere della Sera -dijo
monseñor Aguer-, un artículo interesantísimo que recoge varios estudios
sobre ese tema. Fundamentalmente se refiere a una investigación que se
realizó en Google con una base de datos de cinco millones de libros
publicados durante mucho tiempo. Se estudió el cambio de las palabras en
uso y ese estudio se publicó en el Wall Street Journal con un título
particularmente interpelante: ¿Qué nos dicen las palabras? o ¿Qué dicen
las palabras respecto de nosotros?”.
“Lo que se intenta sugerir -explicó- es que el uso que hacemos de
determinadas palabras está revelando nuestra manera de pensar, y en
consecuencia las inclinaciones fundamentales de la vida social”.
“En el estudio mencionado hay algunos datos que me parecen muy
interesantes. Se dice, por ejemplo, que palabras y frases como
prudencia, virtud, decencia, por favor, muchas gracias, fuerza de ánimo,
gratitud, etc., fueron dejadas de lado o al menos no circulan con tanta
frecuencia. Pero sí, en cambio, abundan otras como yo, personalizado,
único, disciplina, puedo hacerlo yo, yo voy primero, etc.”.
Y consideró esta reflexión oportuna en el marco de la celebración de
Día del Amigo diciendo: “Pensemos un poco estas cosas: ¿puede ser
verdad lo que revelan estos estudios? ¿Esa manera de hablar o ese
archivo de ciertas palabras, no ha ocurrido también en nuestra forma de
expresarnos? Ya que en estos días se celebra el Día del Amigo, parece
oportuno reflexionar sobre este asunto del modo de expresarnos y de su
relación con el trato amable que debemos a todos”.
“También se han comenzado a usar en abundancia palabras asociadas
con la capacidad de producir, como disciplina, confiabilidad, etc. Y,
además, el uso abusivo del yo va seguido de adverbios perentorios, como
absolutamente. Yo digo absolutamente que sí o absolutamente que no, casi
sin matices. Y pedir permiso pareciera, eso también, ser cosa del
pasado”.
“Como conclusión de este balance se afirma que la imagen de sociedad
que aparece detrás de ese uso es la de una sociedad individualista,
competitiva y poco educada. Tanto que palabras como familia, colectivo,
comunidad y otras de ese tenor han ido disminuyendo en el uso social, lo
cual revela que el sentido de la comunidad ha sido sustituido por un
espíritu competitivo. La primacía del yo en el lenguaje es por demás
significativa”.
“Este estudio de Google es confirmado por la opinión de varios
escritores de distintos países; todos ellos apuntan en el mismo sentido
al notar que las fórmulas de cortesía han sido desplazadas por un
lenguaje que revela la lógica eficientista. Se señala el uso frecuente
de palabras inconvenientes, groseras, obscenas. Esto lo comprobamos
nosotros en muchos medios de comunicación: cincuenta años atrás jamás
escucharía uno las groserías y obscenidades que se lanzan como si nada”.
“Algunos tratan de justificar este lenguaje obsceno en los medios de
comunicación o en el trato interpersonal diciendo que por lo menos la
rabia se evacua de esa manera, porque si no se descargaría de un modo
más violento, con otras formas peores. No me parece una buena
justificación”.
“Uno puede discutir acerca de la evolución del lenguaje, porque
tampoco existe un patrón unívoco sobre su desarrollo y las lenguas son
realidades vivas, pero me parece que la conclusión del estudio es
justificada. Posiblemente, el lenguaje actual, el modo de hablar
difundido con mayor amplitud, está revelando una sociedad que ha ido
perdiendo o debilitando vínculos fundamentales, vínculos societarios,
familiares, comunitarios, y se ha tornado individualista, competitiva,
eficientista”.
“Tomemos -dijo por último- uno de los aspectos mencionados como,
por ejemplo, la cortesía. ¿Cuánto mejoraría la vida común, la de todos
los días, si fuéramos un poco más corteses? Se trata de un valor
fundamental de humanidad, de urbanidad como se decía antes, una virtud
que también actualmente ha sido prácticamente archivada. Pero desde el
punto de vista específicamente cristiano, me parece que lo que en este
ámbito está en juego son las formas cotidianas y sencillas del respeto,
que corresponde a un trato basado en la justicia, y también en la
caridad, en el afecto de caridad que debemos a todos y que tiene que
manifestarse también en las palabras”.